
02 Dic Diferente enfoque sobre la violencia machista
La violencia machista se ha convertido en uno de los principales caballos de batalla de la guerra cultural que vivimos. ¿Por qué se instrumentaliza un problema tan importante como éste? Pues, por un lado, porque es una de las principales banderas ideológicas que se ha arrogado la izquierda, y por otro, porque la violencia machista es cuestionada por algunos partidos de derechas, y por muchas personas que no consiguen entender que se trata de una violencia sobre la mujer por el hecho de ser mujer.
Para encontrar soluciones reales a este problema y que deje de ser una bandera política, vamos a intentar explicarlo de una forma distinta y resumida:
La violencia machista se produce sobre la mujer por el hecho de ser mujer, pero este concepto hay que matizarlo porque en él intervienen factores inconscientes que no lo hacen sencillo de entender, y por eso produce tantas discrepancias. Si decimos que la violencia se produce por el hecho de ser mujer, hasta cierto punto es normal que mucha gente no acepte esta premisa, porque dicho así estamos simplificando un problema que tiene unas raíces muy profundas.
En primer lugar, es necesario entender que los hombres se arrogaron la superioridad moral sobre las mujeres a lo largo de la Historia por diferentes cuestiones: por ser superiores físicamente, por su miedo inconsciente a la sexualidad femenina, por su mayor dependencia al sexo motivado por cuestiones hormonales, y por su miedo real a no tener nunca la certeza de que su descendencia era efectivamente suya. Así surgieron los celos, y automáticamente el estigma de «puta». El estigma de «puta» nació para tener controlada a la sexualidad femenina, y es el que todavía coarta a las mujeres para que puedan vivir su sexualidad de forma libre. Como consecuencia de este estigma, con el tiempo nacieron los estigmas de «cornudo» y de «calzonazos» en los hombres, que son estigmas espejo del estigma de «puta», y que, a pesar de estar infravalorados, constituyen el detonante de la mayor parte de los asesinatos de mujeres en manos de sus parejas o exparejas. Los celos y la incapacidad de amar de forma sana siguen siendo los motivos fundamentales que se esconden detrás de estos crímenes. Pensemos que, en la mayor parte de ellos, quienes los cometen se suicidan, es decir, los mismos asesinos se aplican voluntariamente una pena mucho más severa que la que la sociedad les pondría, por la vergüenza que sienten por el acto cometido y para evitar el oprobio de la sociedad.
Arrogarse la superioridad moral supuso también infundir sobre las mujeres un sentimiento de baja autoestima como colectivo que se ha perpetuado a lo largo de la Historia. Incluso hoy subyace de forma inconsciente, y hace que muchas mujeres soporten situaciones de maltrato y no denuncien muchos casos de violencia de sus parejas o exparejas.
Todos los conceptos anteriores comenzaron a forjar arquetipos en nuestro inconsciente colectivo hace miles de años. Todavía en la actualidad se encuentran en lo más profundo de nuestro cerebro, por eso es tan complicado borrarlos de un plumazo. El arquetipo de Puta, el de Virgen, el de Cornudo, el de Calzonazos; todos ellos operan en el inconsciente colectivo, conforman nuestras creencias, determinan nuestros prejuicios y terminan formando los estigmas.
En sociedades atrasadas donde la mujer sigue siendo considerada inferior y donde las leyes así lo avalan, el trabajo para erradicar esta violencia será todavía complicado de realizar y llevará mucho tiempo conseguirlo, porque habrá que hacerlo a nivel consciente e inconsciente. En sociedades avanzadas, el trabajo consciente ya está hecho, en general, porque la igualdad de la mujer no se pone en duda. Pero es en el plano inconsciente donde todavía queda trabajo por realizar. Para ello, si realmente queremos terminar con este problema, independientemente del punitivismo, lo primero que habría que hacer sería entender que ocurre en la cabeza de los asesinos, y empatizar con ellos. Empatizar no es simpatizar. Empatizar es una palabra mágica, que permitiría entender, profundamente, qué les lleva a hacer este tipo de crímenes. Ese sería el principal punto de partida para poder terminar con la violencia machista. Solamente cuando se entiendan sus razones, se podrá comprender, en toda su extensión, qué el estigma de «puta». Y solo cuando se consiga esto, podremos empezar a luchar contra él.
La violencia machista solo se erradicará cuando se acabe, de una vez por todas, con el estigma de «puta». Hasta entonces la verdadera igualdad entre hombres y mujeres será inviable.