Por qué hay que diferenciar entre prostitución y trabajo sexual

Por qué hay que diferenciar entre prostitución y trabajo sexual

Cuando hablamos de un tema como la prostitución deberíamos estudiar todas las acepciones de las palabras «prostituir», «prostitución» o «prostituta» para comprender mejor este fenómeno y ver si muestran realmente lo que es.

Porque la palabra «prostituir» tiene dos acepciones en el Diccionario de la RAE:

  • Hacer que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero.
  • Deshonrar o degradar algo o alguien abusando con bajeza de ellos para obtener un beneficio.

La palabra «prostitución», a su vez, tiene las siguientes acepciones:

  • Acción y efecto de prostituir.
  • Actividad de quien mantiene relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero.

Y fijaos que, por otro lado, la palabra «prostituta» tiene solo la siguiente acepción:

  • Persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero.

La palabra «prostitución», entonces, en sus dos acepciones demuestra que la desarrollarían las siguientes personas:

  • Quien hace que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero.
  • Quién deshonra o degrada algo o a alguien abusando con bajeza de ellos para obtener un beneficio.
  • Quien desarrolla la actividad de mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero.

Si esto es así, entonces ¿por qué prostituta es solo la persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero? Debería serlo también ser aquella persona que hace que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero, pero también aquella que deshonra o degrada algo o alguien abusando con bajeza de ellos para obtener un beneficio. Es decir, de acuerdo con la RAE, prostituta debería ser tanto quien hace a otras personas ejercer la prostitución como quien la ejerce, pero esto no tiene sentido; o lo es una o lo es la otra. Y de serlo alguna, lo más sensato es que, atendiendo al significado de la palabra «prostituir», lo sea quien hace que alguien se dedique a ella, no quien la ejerce que, en todo caso, debería ser «prostituida».

Además, las acepciones del término «prostituir» hacen que la palabra «prostitución» tenga una clara connotación peyorativa sea cual sea la forma en la que es desarrollada. Obviamente, esto no puede ser aceptable, no solo porque no la debe tener sino porque le otorga una carga moral negativa, independientemente de que se realice de forma libre u obligada. A lo mejor, lo que se debería hacer es cambiar el verbo de una de las acepciones de la palabra «prostituir» para que se vea claro que es una práctica en la que se coacciona a alguien para que la ejerza. Es decir, para que el ejercicio libre de esta profesión no sea conceptuado dentro del ejercicio forzado de ella. De este modo, «prostitución» sería: ‘Quien obliga a que alguien se dedique a mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero’. Así se podría diferenciar perfectamente que la prostitución se produce cuando hay explotación y que el trabajo sexual se realiza de forma libre, de tal modo que este dejara de tener en su propia definición connotaciones peyorativas. Esta es, simplemente, una idea para poder diferenciarlas, pero se podrían buscar otras fórmulas, y lo ideal sería que fueran las propias trabajadoras del sexo quienes decidieran con qué nombre asocian mejor su trabajo.

Cuando se alega que el trabajo sexual no es un trabajo, lo que subyace es que moralmente lo consideramos indigno. Es decir, que una vez que lo pasamos por el filtro de nuestra moral no nos gusta. Pero realmente no debe importar lo que muchas personas piensen de una actividad, lo que importa es lo que piensan las personas que la ejercen. Si impusiéramos nuestra moral a muchos de los trabajos que existen, habría que prohibir miles de ellos. Trabajar limpiando retretes, enterrar a muertos, limpiando fosas sépticas, o echando alquitrán en las carreteras a pleno sol, no parecen trabajos dignos.

Siempre se ha dicho que el trabajo dignifica, pero seguramente sea al revés: las personas son las que dignifican los trabajos que realizan, siempre que los ejercen con honestidad. Porque ningún trabajo es indigno, lo que es indigno es realizarlo con bajeza, o que unas personas obliguen a otras a realizarlo. Eso es, realmente, prostituir una profesión.

Las leyes españolas consideran la explotación sexual como una forma de violencia machista, como no puede ser de otra manera, el problema es que el concepto prostitución incluye tanto los servicios sexuales libres como los realizados mediante explotación. Separarlos semánticamente es una condición sine qua non para poder abordar el problema con propiedad, porque si no, cualquier discusión con respecto a este tema, comienza ya prostituido.



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